La plasticidad es la propiedad que tienen las neuronas
de reorganizar sus conexiones sinápticas y de modificar los mecanismos
bioquímicos y fisiológicos en respuesta a un estímulo externo ya sea una
conducta determinada o lesiones cerebrales como traumatismo craneocefálico o un
infarto cerebral) o a un estímulo interno (neurotransmisores o medicamentos
como la anfetamina y la comunicación química intercelular).
La capacidad que tiene el cerebro de aprender a partir
de la experiencia es un importante logro de la evolución; podría decirse que es
el logro más importante. El cerebro no sólo debe producir un modelo preciso de
las características físicas burdas del mundo exterior, sino que también debe
codificar las regularidades que hacen que el mundo sea predecible. El
aprendizaje puede verse como el mecanismo proximal que subyace a las respuestas
adaptativas a un ambiente local cambiante, donde las respuestas innatas ya no
son adecuadas. Sin embargo, el aprendizaje y la evolución se deberían ver
dentro de un solo continuum: ambos involucran el fortalecimiento de conexiones,
uno dentro de una misma generación (aprendizaje) y el otro a lo largo de varias
generaciones (adaptaciones).
Se requiere del aprendizaje para las vías de
desarrollo. Por ejemplo, el sistema visual viene pre programado para la visión,
pero el desarrollo de la vista requiere de una exposición al ambiente visual,
que a su vez implica procesos de aprendizaje. Para que sea posible el
aprendizaje, los sistemas neuronales tienen que ser plásticos, es decir, poder
producir cambios a corto y largo plazo en la bioquímica y estructura de las
neuronas (p. ej., formación de sinapsis) que representan un cambio latente en
la re actividad del sistema (entonces, la recuperación implica una actividad en
estas poblaciones de neuronas). La sección final del capítulo presenta lo que
se sabe acerca de la forma en que los procesos neuronales instauran los
procesos de aprendizaje; la plasticidad neuronal.
¡Un asombroso ejemplo de plasticidad neuronal!
El cerebro es plástico. Según crecemos, las distintas áreas se ocupan de
distintas funciones en un fenómeno fascinante. Cuando alguien tiene una
dificultad congénita, como los sordos o los ciegos de nacimiento, su cerebro se
cablea de forma diferente al resto.
Cuando crecemos, las neuronas envían sus axones para encontrar sus
dianas en otras neuronas con las que conectar. Las células ganglionares de la
retina proyectan sus axones para hacer conexión en el tálamo en un larguísimo y
preciso viaje. Las neuronas visuales del tálamo hacen lo propio hacia la
corteza cerebral visual. Es un crecimiento increíblemente exacto y masivo.
Millones de neuronas lo hacen. Este crecimiento está basado en los genes. Pero
también en la experiencia. Más de la mitad de las neuronas que se forman durante
el embarazo mueren. Si una neurona no encuentra donde conectar o si el hueco
está ocupado o si no encuentra respuesta en la neurona diana o si la respuesta
es débil, la neurona se suicida en una muerte celular programada que se llama
apoptosis.
Mediante el influjo del ambiente seleccionamos, en una especie de
proceso darwinista, las neuronas y las sinapsis fuertes y efectivas. ¿Qué
ocurre cuando al nacer carecemos de un sentido como la vista o el oído? Lo que
ocurre es que las conexiones no se forman y el cerebro se cablea de forma
diferente al resto. Si alguien nace sordo, su corteza auditiva no recibirá
señales provenientes del oído y las sinapsis no se formarán. Esto ocurre
durante las llamadas ventanas de maduración, entre el nacimiento y los 10 años
dependiendo del sentido.
Ocurre también que, en el proceso de crecimiento de los axones hacia sus
dianas, algunos invaden otras áreas. Así, axones del nervio auditivo conectan
con la córtex visual y sensorial y lo mismo ocurre al revés. En un niño normal,
estos axones degeneran y en algún caso extraño producen los fenómenos llamados
sinestesia, personas que oyen colores o ven sonidos.
En el caso de que exista una deficiencia, como la sordera, los axones
que habían llegado del nervio visual no encuentran la competencia normal del
nervio auditivo y sus conexiones se hacen fuertes. Es decir, la corteza
cerebral auditiva comienza a ocuparse de los fenómenos visuales.
El cerebro es un órgano de una plasticidad fascinante que es capaz de
dedicar áreas no usadas por la falta de un sentido a procesar la información de
otros sentidos. Sin embargo, eso ocurre en los primeros años. En las personas
adultas ese recableado masivo deja de producirse.
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